miércoles, 28 de septiembre de 2016
Sobre la paz
martes, 27 de septiembre de 2016
Mariposas
lunes, 26 de septiembre de 2016
Autobús nocturno
Una noche en el transporte público, un encuentro con caras agotadas, amargadas, aburridas; todas ellas deseosas de volver a casa a reunirse con su familia, a disfrutar de una cena caliente o simplemente a hacer lo que sea que nuestra condición humana pueda considerar como satisfactorio un lunes a las siete. El fin del comienzo de la semana puede parecer más eterno que cualquier domingo, volver a la rutina después de desconectarse brevemente puede costar un poco de trabajo que se refleja en las manos crispadas de las personas a mi alrededor, en las bolsas de sus ojos y en su constante necesidad de revisar su celular cada dos minutos, esperando algún mensaje o solo consultando la hora, contando otro minuto dentro de un lugar en el que todos entramos por simple necesidad. Sueño con poder ir a todos lados en mi bicicleta sin el temor a un robo, sueño con poder ir a todos lados en mi bicicleta sin tener que evitar a toda costa conductores inescrupulosos que controlan la vía, creyéndose dueños de ella y llevando a muchos de nosotros a situaciones críticas; una mezcla de irresponsabilidades que hasta suena tentadora en comparación del autobús. Aquí me encuentro, una noche como cualquiera en un autobús cualquiera a un destino cualquiera. Tan ido, tan ensimismado que apenas noto como las estaciones pasan, como las calles cambian mientras el autobús se mueve y las caras largas se bajan una a una, dos a dos, entran caras también amargas y algunas felices; estudiantes, jóvenes, quizá apartados del mundo de los anteriores a ellos en este lugar... y la sonrisa vuelve, la alegría vuelve. Las caras innecesarias se bajan y lo que queda es mi compañía, cualquier motivo de alegría que me haga olvidar lo pesado del día. Que grato es seguir el viaje con las personas indicadas.
domingo, 25 de septiembre de 2016
Fuera de casa
Hace mucho no escribía fuera de casa, había olvidado la sensación del viento en mi cara mientras trataba de despejar las ideas que caían en desorden; una especie de canal para unirlas con coherencia, un poco de orden dentro del caos que reinaba en ese momento. El ruido, las voces, los motores, historias por todas partes mientras que debo enfocarme en una. Es una tarea que requiere de paciencia, de borrar constantemente después de creer que se ha hecho algo bueno, recordar con humildad que hay días de días y que la práctica y el constante deseo de mejorar deben ser la verdadera motivación, más allá de 30 segundos de aprecio. He borrado estas líneas tantas veces que quizá podría escribir una historia con todos esos retazos, con todos los fragmentos incompletos; retazos inútiles, ya olvidados que no necesitan volver a leerse, volver a repetirse. Hay páginas que no me gustaría volver a leer y, después de un día largo dando vueltas por la ciudad en mi bicicleta, he podido arrojarlas, olvidarlas por completo. No necesito historias incompletas, y que bueno es haberlas acabado aquí, fuera de casa, con el frío en mis manos y el deseo de quedarme más horas a escribir en la oscuridad.
jueves, 22 de septiembre de 2016
Audífonos
miércoles, 21 de septiembre de 2016
Cascarón
martes, 20 de septiembre de 2016
A flote
lunes, 19 de septiembre de 2016
Pedales
domingo, 18 de septiembre de 2016
Cigarrillo
sábado, 17 de septiembre de 2016
Pequeños
Si bien es cierto que mi relación con los niños se definiría como distante, demasiado distante, hay momentos en los que me gusta escuchar aquellas voces inocentes, aquellas historias carentes de sentido más no de significado: la interpretación sencilla del mundo ante sus ojos. Preguntas que quizá nosotros mismos no podríamos formularnos, sus sentencias, sus dudas, sus afirmaciones y todo el conjunto de palabras que pueden aglomerar en una sola oración para hacerse escuchar, es eso lo que me cautiva, su deseo de pertenecer al mundo y comunicarse con él, con todos, conmigo cuando mi cara seria desaparece para escuchar las historias del perro azul que vuela, la hormiga gigante, miles de cortas fábulas que ellos interpretan a su manera y si bien no son mis favoritas, son lo que escucho de vez en cuando. Rodeado de grandes puedo sentirme grande, pero rodeado de niños puedo sentirme como tal.
jueves, 15 de septiembre de 2016
Juicio personal
Ambrosía
INGREDIENTES
- ¾ de taza de agua
- 1 taza de azúcar
- 2 claras de huevo
- 6 yemas de huevo
- 2 tazas de leche
- La ralladura de medio limón.
PREPARACIÓN
Poner en un recipiente el agua y el azúcar. Cocinar hasta formar un almíbar a punto de hilo fuerte. Poner las claras y las yemas en una olla profunda y batir ligeramente. Agregar la leche y cocinar a fuego muy bajo, sin dejar de revolver.
Seguidamente, incorporar la ralladura de limón y el almíbar, siempre sin dejar de batir, hasta que espese. Por último, apartar del fuego, poner la olla dentro de un recipiente de agua fría, batir para que se enfríe y no se cuajen los huevos. Servir bien fría.
martes, 13 de septiembre de 2016
Migajas
lunes, 12 de septiembre de 2016
11:20
domingo, 11 de septiembre de 2016
A veces
sábado, 10 de septiembre de 2016
Congelado
En todo el trayecto que lleva este proyecto literario, pocas veces me he visto imposibilitado para escribir. Septiembre en particular ha iniciado con un sube y baja de eventos que ha ocupado gran parte de mi tiempo, eventos que han afectado la continuidad de los proyectos que he trazado a lo largo de estos meses. Nombres, personajes, ciudades, palabras dichas entre conceptos, borradores, simple creaciones de mi cabeza que por cuestiones del azar se encuentran congelados, perdidos en el tiempo y opacados por la realidad. Esta idea me molesta, la de dejar las cosas a medias. Escribo esta nota después de tantos días como información relevante de la situación, como una aclaración, como un anuncio de lo que planeo hacer: escribir. ¿Por qué dejar de hacerlo? Las ideas nacen para llegar a un final, y nada debe detenerlas en el camino. Ni las personas, ni la crítica, ni el mismo autor, pues una bola de nieve que baja de una pendiente a toda velocidad ha crecido lo suficiente para llevarme con ella hasta el final, hasta que todo acabe. ¿Y qué falta? La vida, eso falta.
jueves, 8 de septiembre de 2016
Un té
miércoles, 7 de septiembre de 2016
Tareas pendientes
martes, 6 de septiembre de 2016
Planes repentinos
La verdad, entre quedarme en casa todo el día y salir por ahí a ver el mundo, me quedo con lo segundo. Lanzar los dados y decidir si debo ir a pie y desechar la idea, pues me gusta la idea de rodar. Es bastante sencillo empacar un cuaderno, un libro, un lápiz y un poco de agua antes de bajar las escaleras y tomar mi bicicleta para pedalear sin un rumbo fijo. Voltear en la siguiente cuadra, parar por un café y sentarme en la parte de afuera para ver las personas pasar, bajar una pendiente a toda velocidad para frenar en seco y quedarme allí, a la mitad del camino, donde la vista es mejor que en la cima si el atardecer se alinea con los edificios de la ciudad, con el suelo que todos pisamos. No llamaría un día perdido aquel que he disfrutado, y llegar a casa tan tarde no es un impedimento para escribir sobre esos pequeños momentos, esas valiosas horas de soledad que responden todas las preguntas complicadas. Un placer, mi viejo amigo.
lunes, 5 de septiembre de 2016
Tregua
domingo, 4 de septiembre de 2016
Humo
Dos días sin notas son demasiadas palabras acumuladas para una sola tarde de domingo. Los fines de semana no suelen ser días especiales, me reservo la euforia para la totalidad de la semana, los siete días y no tres. He caminado bajo la luz de las estrellas y la niebla de la noche, he visto el denso humo escapar por la ventana de una casa desierta, denso humo escapando de gargantas pálidas y rostros pintados de rojo, de blanco, de negro alrededor de sus párpados como un máscara que oculta la eternidad de sus noches en la mitad de la nada, en la mitad de todo. Escuchaba palabras tan vacías, llenas de aire y sin significado, gritos ahogados de voces que estando en la cima de su mundo parecían amenazar con caer, con lanzarse, acabar con la pesadilla que llaman vida... pero fue algo efímero, la imagen de estas personas desapareció con los primeros rayos de sol, los rostros alegres de la ciudad parecieron surgir de aquellas cenizas, de aquellos cigarrillos apagados. Quizá vuelva a verlos cuando llegue la noche de nuevo, cuando el fuego encienda de nuevo aquellas ensoñaciones.