domingo, 10 de diciembre de 2017

Despierta

“Así, los mensajes que intercambiaba con su protector se volvieron la única conexión entre Christine y el mundo exterior durante toda la semana. Encerrada en el departamento, pasaba las horas leyendo las historias que había encontrado en el armario, viejos libros de Dimitri que él ni recordaba. Ella no podría olvidarlos, no podría sacarlos de su cabeza ni dejar de leerlos, de releerlos hasta casi memorizarlos, hasta casi tener en cuenta cada detalle para poder así recrear cada escena en su cabeza con una exactitud increíble. Perdida en paisajes desconocidos, caminaba a través de un bosques frondoso en donde el verdor parecía no tener fin, en donde el tiempo parecía no correr. Los troncos de los árboles centenarios alojaban tantas ramas, tantas hojas, tantos nidos, tanta vida, que ella misma quería subir y quedarse allí, en lo más alto, sin tener que volver a poner los pies en el suelo. Saltar de árbol en árbol, de rama en rama, visitando cada nido y deleitándose con la belleza que estaba tan lejos de casa. El viento soplaba, sacudía las hojas, despeinaba su cabello y el aire puro llenaba sus pulmones. Podría acostumbrarse, podría quedarse si así lo deseaba, pero una pequeña voz en su interior le recordaba que sus ojos estaban cerrados, que cuando los abriera todo desaparecería. Se rehusaba a hacerlo, a escuchar a aquella voz y despertar, pero al fin y al cabo, no podría dormir toda la vida para seguir allí. Si quería esa realidad, debía buscar la manera de llegar a ella. Christine abrió los ojos, se encontró de nuevo recostada en su cama frente a un libro abierto en una página cualquiera. Cerró el libro y lo lanzó a un lado, buscó el celular a ciegas y miró la hora: 4 de la mañana. No sabía en que momento se había dormido, y el mantener las cortinas cerradas todo el tiempo no le permitía saber cuando salía el sol, cuando se escondía tras los edificios que la rodeaban. Había perdido la noción del tiempo en cierto modo, pero el mirar su celular podía al menos darle una idea. Tenía hambre, no había comido nada antes de quedarse dormida. Se levantó de la cama y corrió a la cocina descalza, de puntas, el suelo estaba frío y sus pequeños dedos se entumecían con cada paso que daba. Estando allí, tomó una manzana del cesto de frutas y volvió a su habitación rápidamente. Saltó a la cama, tomó asiento recostada contra la cabecera y comenzó a comer su manzana mientras repasaba esta vez despierta aquellas imágenes que habían pasado por su cabeza. ¿Cómo llegar a ese lugar? ¿Cómo hacer de aquel sueño una realidad? Más aún, ¿por qué estar allí? ¿Qué había de malo con su realidad actual? Lejos de sus padres, de sus problemas, no sentía tantos deseos de escapar como antes, los sueños como estos no eran tan comunes como antes. Pero aún sentía angustia, aún tenía hambre y una manzana no la llenaría, quedarse quieta no la llenaría. El hambre de conocer quizá, de aprender, el hambre de resumir su vida en algo distinto, en algo que realmente valiera la pena. Un legado, un buen futuro, un presente turbio para llegar a él. Al terminar su manzana, se puso de pie para llevarla al cesto de basura y, una vez lo hizo, volvió a la cama y se recostó nuevamente. Cerró sus ojos, tratando de recuperar el sueño, hasta que su celular comenzó a vibrar mientras llegaban mensajes uno a uno.

“Hola. ¿Estás despierta?”.

“¡Por favor responde!”.

“¡Si no estabas despierta vas a estarlo en unos minutos Christine Moore!”.

¿Cómo podía esperar que estuviera despierta a las 4 de la mañana? Christine comenzó a escribir una respuesta, parecía algo urgente después de todo, hasta que escuchó como golpeaban con fuerza la puerta del departamento. Busco su Jean y se lo puso nuevamente, luego caminó en dirección la puerta principal preguntándose quién podría buscarla a esa hora y con qué propósito. Todo estaba en silencio, nadie llamaba, nadie tocaba la puerta. ¿Lo había imaginado? Se escucharon los golpes nuevamente, más fuertes que antes. Christine dio un paso atrás y revisó su celular, tenía que avisarle a Dimitri. Habían varios mensajes en la pantalla que no estaban antes, y comenzó a leerlos uno a uno.

“Sólo hay una llave para la puerta principal Christine, y es la que tienes tú. ¡Abre ahora!”.

“¿Y bien?”

“Lamento despertarte tan temprano pero no creí que llegaría a esta hora. ¡Hace frío!”.

Christine suspiro aliviada, se acercó a la puerta y giró la perilla metálica, sus ojos se encendieron de alegría al contemplar nuevamente la imagen de Dimitri quien de pie frente a ella sonreía también. No era un sueño, estaba segura de ello, y mientras él se acercaba para abrazarla Christine cerró sus ojos, tratando de perderse en el abrigo de quien representaba su calma. Faltaban horas para que saliera el sol, pero si hubiese tenido el control, ella misma se habría quedado eternamente en aquel amanecer.”.

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