Una noche lluviosa puede arruinar
la esperanza de un paseo en la mañana. Mejor así, mejor variar un poco y
despertar tarde después de desvelarme en terminar piezas incompletas de mi
rompecabezas. Aquellos personajes olvidados en el polvo aparecen de nuevo,
recobran los colores con los que alguna vez los pinté y entran en mi cabeza
para recordar aquellas épocas en los que pequeños esbozos de una personalidad
apenas se pintaban, apenas se definían. Cada uno de ellos es una representación
de lo que he vivido y todo lo que he conocido; me interesa conocer más, me
interesa vivir más. Es bueno volver a las calles donde esas historias suceden,
es bueno volver a encontrar aquellos caminos intactos como si hubiesen estado
alejados del mundo, como si pertenecieran a ese lapso de tiempo en el que una
creación de mi imaginación vive, habla, piensa, sueña. Son momentos, son
caminos incompletos que todavía no llevan a ninguna parte, que atraviesan un
bosque y que usan mis ideas como salida; un obstáculo por superar ante la vida
y ante el papel sería poco para describirlo, pero suficiente para entenderlo.
Si el mayor obstáculo era el tiempo no hay razón para detenerme ahora y evitar
completar aquellos caminos, enviar a través de ellos aquellos pensamientos que
fuera de la definición de desahogo son ahora una razón para despertar al día
siguiente, una razón para llegar a casa. Esta mañana no hubo un paseo fuera de
mi habitación, pero allí pude recorrer todos los paisajes de los cuales hablo y
que algún día conoceré, que algún día serán mi realidad más próxima.
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