Desde hace mucho tiempo me he empeñado en mantener mi estado
físico no por vanidad, sino por simple cuestión de supervivencia, como solo lo requiere esta ciudad. Seamos
honestos, aunque la cantidad de policías que hay en Bogotá ha aumentado
considerablemente desde el comienzo de este año, la seguridad no ha visto ninguna mejoría; ha disminuido de hecho. También, las decisiones tomadas para solucionar dicha problemática pretenden
remediar la situación con más cascos verdes, con más motos en las calles y
operativos insignificantes que, como todos sabemos, no llevan a nada; por no decir que fue esa la raíz del problema. Más
policías no significan más seguridad y, tristemente, nosotros como ciudadanos tenemos que aprender a caminar día a día por zonas sin ley y esperar que la
situación mejore. Hablo de supervivencia por una experiencia reciente, en la
que tuve que escapar de un lugar infernal con mi bicicleta al hombro, bajando
una pendiente empinada llena de rocas mientras, metros arriba, sujetos que no
pudieron detenerme me lanzaban piedras, furiosos por su intento frustrado de
robo. No sucedió nada grave, salí ileso del lugar con pequeños raspones y la
zozobra en mi cabeza; entero, vivo. Han pasado ya dos días y cerrar los ojos
trae a mi cabeza aquellas imágenes, aquellos segundos mostrándome cada paso,
cada roca, cada rama por la que me deslicé en mi huida mientras mis piernas
sostenían mi peso y me resbalaba, me deslizaba sin saber a donde ir; una situación
traumática de la cual pretendo sacar provecho. El deseo de prepararme para estos
momentos como este me motiva a llegar más lejos, a dejar atrás el pánico y
saber qué hacer. Correr, correr, ir tan lejos que el riesgo se quede atrás. El miedo es un inhibidor que nos protege del peligro, y no
invito a nadie a escapar de un robo en la manera que yo lo describo.
Simplemente sentía deseos de escribir al respecto para sacar la idea de mi
cabeza, todo lo negativo que pueda pasarme se va entre líneas como una historia
que archivo en mi memoria para después volverla una anécdota, para después
compartirla aquí y pensar que el tiempo ha pasado, que me río de ello como si hubiese sido solo un cuento que leí, una historia que apareció en mi cabeza. No soy el
mejor atleta, ni el más fuerte o el más rápido, pero no me interesa serlo, me
interesa vivir.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario