jueves, 10 de diciembre de 2020

Minotauro

¿Por qué hacerlo? ¿Para qué? Las preguntas que se repiten una y otra vez cuando viendo por fin materializado este símbolo que alguna vez trajo calma, se da cuenta de que ahora trae dudas. La pregunta de si aún se es bueno, la pregunta de si se tiene la capacidad para hacer de palabras sueltas una idea completa, una idea entendible no solo para él mismo sino para quien quiera que encuentre estas notas. Un avión de papel volando por la ventana en busca de un lector desconocido o quizá simplemente del olvido. Volver cenizas los pensamientos de un sujeto que por múltiples razones se encuentra ahora dialogando con la pluma sería fácil, pero aun despierta cierta alegría ver el papel manchado, ver los tachones, los errores y las correcciones, como si darle forma a la ansiedad la hiciese más llevadera. El fuego esta reservado para aquello que necesita desaparecer, las palabras forjadas con la ira y el odio. Todo lo demás puede quedarse, para que con los años sea motivo de alegría y nostalgia.  El tiempo no se detiene, los kilómetros que se quedan atrás también cuentan historias, conversan con las manecillas buscando comprar otro minuto en la memoria. Lo peor ya pasó, piensa al recorrer los escombros de su historia, adentrándose en la mazmorra imaginaria, en la jaula creada por su propia mente. Fue fácil entrar, y difícil regresar, volver al presente para poder apreciar lo que no se puede enjaular, lo que no se puede tocar. Las insignificancias adquieren tonos visibles y estorbosos cuando se delira a causa del miedo, cuando se veneran falsos íconos y se pierde el norte, pero al aclarar la vista, es posible recordar lo que realmente importa. ¡Cómo ayuda entender lo corta de nuestra existencia! Desperdiciarla escapando de los recuerdos, huir de la voz interior que nos repite quiénes somos, y para dónde vamos, es una carrera de ratas que no acaba con una vana recompensa. ¿Con qué acaba? ¿Cómo termina? Las preguntas que hacemos mientras recorremos el túnel esperando encontrar una luz. No la que espera al final, sino esa que despeja la niebla y permite disfrutar del recorrido sin prisa, sin correr, llegando a envejecer con la tranquilidad de que se tuvo una buena vida. Podría ser una guía, o quizá una razón para no rendirse. Puede ser tantas cosas, puede cobrar tantas formas. Es diferente para cada persona, pero tiene algo común, y es la felicidad que produce, la forma en la que eleva el espíritu para hacer de este laberinto uno en el que no nos persigue el Minotauro. Sin una sombra tras nuestros pasos es posible caminar con seguridad, pero hay más que sombras, hay más que miedos y dudas, hay verdades crudas y amargas que hacen al más fuerte débil, lo fuerzan a entrar en el letargo de la apatía, ese sueño febril del que no se puede despertar. La basura que se ve cada día puede sacudir los cimientos más fuertes. Es esa la prueba a superar, lograr mantenerse firme aun cuando todo se derrumba. La resiliencia trae sabiduría y experiencia. La conciencia esta tranquila sabiendo que se hizo lo correcto, y ahora, solo queda mantener el rumbo en linea recta.

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