martes, 14 de noviembre de 2017

Lo que dijeron

Encuentros con el humo, mientras la lluvia cae y las palabras fluyen, mientras los pasos bajo los árboles de un parque lejano se hacen lentos y dejan que el agua helada empape el cabello, la ropa, los rostros cansados que avanzan sin detenerse por una calle llena de altos edificios. El verdor era lentamente remplazado por el gris, por el negro, por los tonos sucios de los grandes ventanales en donde rostros desconocidos se asomaban para observar la atmósfera oscura que cubría la ciudad. Los colores se habían ido, y eran solo las luces de los miles de anuncios las que pintaban de alguna forma el paisaje. Mensajes de todo tipo: lleve esto, compre aquello, deshágase de eso, renueve lo otro; deje a un lado la duda y olvide la amargura, dele color a su día con cualquier cosa material que de seguro encontrará aquí. Eran casi todos iguales, los anuncios que brillaban en la distancia. Se escuchaban los gritos de los vendedores, sus voces nerviosas, repitiendo la misma frase una y otra vez. Truenos ensordecedores retumbaban aún más fuerte, tras las montañas, acompañaban al murmullo de las personas y las bocinas que se movían en ese lugar. Los minutos pasaban, por el rostro corrían las gotas que caían de las nubes y se llevaban el sudor, se llevaban la percepción del tiempo. El ruido disminuía, las personas se alejaban, los vendedores se refugiaban, pronto el sendero se encontró desierto. Era posible estar tranquilo, era posible disfrutar el sonido de lluvia golpeando los tejados, las ventanas, las copas de los árboles que de tanto en tanto nos refugiaban, que por escasos segundos nos cubrían del agua. Un minuto, dos minutos de anécdotas, de opiniones, de discusiones basadas en lo que sucedía a nuestro alrededor, en el paisaje húmedo y frío que nos rodeaba. Percepciones similares, en algunos casos, opiniones causales de risas y burlas. Gustos parecidos, también, el brillo en los ojos causado por los tonos naranjas y negros de la época, del día en el que estos eventos sucedieron, por ejemplo. No por los dulces, sino por una noche que parece más larga y oscura. Faltaba poco para llegar al final del recorrido, para decir adiós y tomar un rumbo distinto. Caminaba junto a la representación de un personaje conocido sin excusas para hacer tiempo, solamente contento de haber podido decirle precisamente eso, revelar esa extraña casualidad, la coincidencia de eventos entre un personaje hecho de tinta y un personaje hecho de carne y hueso. Dos personajes fuertes, dos personajes decididos, dos personajes que saltaron entre tiempos a causa de eventos cualquieras, madurados por la vida como suelen decir algunos. El camino nunca es igual para nadie, por lo que encontrar pequeñas coincidencias como estas en alguien que aprecio es grato. Conozco demasiado bien al personaje que baila en el papel, pero la persona que avanzaba a mi lado era, es y seguirá siendo un enigma, un misterio indescifrable. Quizá para mí, quizá para algunos, quizá para todos. Cada persona es distinta y eso lo sé bien, cada cabeza refugia diferentes historias. Cada cabeza refugia diferentes voces, que aun estando en la cima no se detienen y retumban aún más fuerte que los truenos pasados, pero una conversación con la persona correcta, una canción que haga que vibren las paredes, una caminata bajo la lluvia helada, cosas como estas puede hacerlas inaudibles por un momento, imperceptibles por un rato. De eso se trata, pues quizá nunca desaparezcan, seguirán dando vueltas. Opacarlas de la mejor manera es subirle el volumen a la melodía en la cabeza que recuerda que todo estará bien. Así, con el tiempo, apenas se recordará lo que aquellas voces dijeron.

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