lunes, 10 de abril de 2017

Uno menos

“En cuanto todas las partes de la cama y las bolsas estuvieron en el departamento, Christine se acercó a la puerta y se marchó sin despedirse. Algo había sucedido, de eso estaba seguro, pero tenía otras prioridades en las cuales pensar, en las cuales ocupar mi cabeza y mis manos. Sin mencionar el asunto, Nicco y yo continuamos con la tarea de dejar cada cosa en su lugar. Pusimos las latas en la cocina, en los muebles de madera pintados de blanco que antes estaban vacíos. Llevamos la ropa y la cama a mi nueva habitación, cuyos grandes ventanales dejaban entrar la luz, dejaban ver un parque cercano en toda su totalidad y, más allá, dejaban ver los rascacielos de la ciudad que con los rayos del sol sobre ellos parecían aún más coloridos. Era una escena que no esperaba encontrar, una escena que no había visto antes. Estaba completamente deslumbrado y deseoso de salir a recorrer lo que mis ojos me presentaban. Solo era una idea, pues mi cuerpo permanecía quieto, estático; seguía mirando a través del cristal, perdido en mis ensoñaciones. Un ruido desconocido me hizo volver a la realidad, era las llaves girando, era la puerta abriéndose, era Grace quien acababa de llegar. Nicco y yo salimos a su encuentro, cruzamos el pasillo rumbo a la sala principal. Allí estaba Grace, quien parecía estar de buen humor, se veía mucho más joven y radiante que en la mañana. Estreché su mano cordialmente mientras ella no dejaba de sonreír y de mirarme con cierto aire maternal que no me incomodaba, que era simplemente desconocido. Nicco estrechó la mano de Grace también y se presentó, reflejando una desmesurada cortesía en sus palabras, en sus gestos, en sus ademanes. Posteriormente, anunció que iba a marcharse, que hablaríamos de negocios y que prefería retirarse. Se despidió de ambos y salió del lugar, asegurándome que volvería luego a visitarme. La puerta se cerró tras él, se escucharon sus pasos mientras se alejaba por el largo pasillo del piso. Grace comenzó a caminar en dirección a la mesa de la cocina, la seguí hasta su destino. Estando allí, sacó de su bolso el contrato final mientras hablaba del departamento, de su casa en las afueras, de la paz; de la alegría que le generaba el poder ayudarme. Me miró, mientras dejaba sobre la mesa una pluma dorada, reluciente.

—La pluma es tuya, un regalo de bienvenida.
—¿En serio? —Tomé la pluma y me quedé viéndola—. ¡Gracias!
—Descuida, sabía que te gustaría.
—¿Cómo lo sabía?
—Christine mencionó te gusta escribir. —Grace dejó su bolso sobre la mesa, parecía estar cansada ya de sostenerlo—. Por cierto, ¿cómo estuvo el recorrido?
—Estuvo muy bien, aunque fue algo corto.
—¿Corto? —Frunció el ceño—. ¿Por qué?
—Me llevó hasta al centro comercial y luego…
—Luego…
—Luego desapareció.
—¿Desapareció?
—Recibió una llamada y tuvo que irse.
—Oh… —Grace suspiró hondamente, como si estuviera preocupada—. Sucede, sucede mucho con ella.
—¿Por qué?
—No lo sé, en realidad no sé nada con esa chica.
—Ella es tan…
—¿Misteriosa? —Me interrumpió—. Es cierto, pero sé que tarde o temprano dejará de ver las cosas como las ve ahora. —Meneó su cabeza—. Es solo una niña.
—Si usted lo dice…
—Mejor hablemos de otra cosa, de algo que no tengamos que descifrar —agregó con una sonrisa—. Hablemos del departamento, por ejemplo.
—Seguro —dije mirando el papel sobre la mesa—. ¿Solo esto hace falta?
—Correcto. Léelo por favor.

Comencé a leer el contrato palabra por palabra, aunque era en realidad muy corto y muy conciso, contenía todo lo acordado en la mañana. Tomé la pluma y firmé en donde estaba mi nombre, junto al nombre y a la elegante firma de Grace. La dueña de la elegante firma tomó el contrato, lo dobló con sus dedos llenos de anillos y lo guardó en su bolso, luego sacó de este un papel con su teléfono y su dirección que me entregó también. Grace cerró el bolso, consultó la hora mirando el reloj en su muñeca y abrió sus ojos desmesuradamente, aparentemente estaba retrasada para un compromiso. Se despidió con un abrazo y se marchó rápidamente. En cuanto la puerta se cerró, en cuanto estuve completamente solo, volví a mi habitación y me recosté en la cama un momento. Quería dormir, hasta el otro día. La búsqueda de empleo podía esperar a la mañana siguiente, no sería muy fructífera siendo tan tarde. Estando sobre las cobijas, el contacto de la suave tela lograba que mis ojos comenzaran a cerrarse, que el cansancio acumulado por el vuelo y la caminata duplicara su efecto en mis sentidos. Lentamente se desconectaban, lentamente le daban la bienvenida a ese bienestar que llega después cumplir un punto en esa lista personal que todos tenemos. Uno menos, y los días venideros para completarlos todos."

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