lunes, 2 de octubre de 2017

Aquella puerta

“Una suave voz la invitaba a despertar, y como una niña pequeña se rehusaba a la idea de abandonar sus ensoñaciones. Imaginaba, casi sentía su cuerpo recostado sobre la suave tela de las cobijas en su habitación, sus dedos acariciando aquellas coloridas figuras mientras en el silencio una risa, su propia risa, parecía ser lo único que quería escuchar. ¿Era ya de día? No quería ir a estudiar después de un sueño como el que había tenido. ¿Una pesadilla? Apretó sus ojos y los abrió nuevamente. No estaba en casa, no estaba en cama; estaba en el taxi al que había subido con un extraño que la había protegido minutos atrás. Todo era real, todo había sucedido. El autobús a la ciudad, los sucesos en la terminal, el estar ahora en camino a…. ¿Dónde? Christine miró a Dimitri y este parecía ensimismado mirando a través de la ventana del taxi. Él no parecía siquiera notar la mirada inquisitiva de la pequeña chica que, cansada, bostezaba y sacudiendo sus piernas denotaba su impaciencia.

—¿Falta mucho?
—Tres minutos. —Dimitri consultó el reloj en su muñeca mientras analizaba el paisaje afuera—. Quizá menos.
—¡Qué largo recorrido! —Christine bostezó nuevamente mientras estiraba sus cortos brazos—. ¡Cómo desearía dormir!
—Pronto acabará. Debes estar cansada por… Todo lo que ha sucedido. —Dimitri aclaró su garganta y cambió el tono de su voz, sin dejar de mirarla a los ojos—. ¿Cuál es tu plan ahora Christine?
—¿Mi plan?
—Sí, tu plan. Ya estás en Chicago, ¿qué piensas hacer?
—Buscar un trabajo… Rentar un departamento… Empezar de nuevo.
—Tienes ambiciones grandes para ser tan pequeña.
—Eso no es precisamente un cumplido.
—No esperaba que sonara como tal. —Dimitri rio—. Conseguir un trabajo con tu edad no será tan fácil.
—Algo se me ocurrirá. —Christine se encogió de hombros y frunció el ceño—. No me rindo tan fácil.
—Seguro… Seguro que sí. —Dimitri no dejaba de menear la cabeza—. Dime algo Christine, ¿te fuiste de casa?
—Sí.
—Bien, creo que lo más lógico sería llamar a tus padres en este momento y decirles que estás en Chicago. Deben estar muy preocupados, ¿no crees?
—La verdad, no lo creo.
—Puedo llamarlos yo si no quieres hablar con ellos.
—Puedes intentarlo, ninguno de los dos tomará el teléfono.
—De acuerdo… —Dimitri suspiró, aquellos comentarios y afirmaciones lo intrigaban—. Explícame que sucede Christine.
—¡Estaba cansada de la vida con mis padres, es todo! —Christine sentía un dolor indescriptible al tocar o siquiera recordar los motivos que la habían llevado a irse, por lo que optó por enmascarar aquella historia… Era un nuevo comienzo después de todo—. No poder salir hasta tarde, reglas por todas partes, ¡estaba harta! —Una punzada helada recorrió su pecho, pasó saliva para recuperar el control—.  Ellos se fueron del país y yo vine a esta ciudad.
—¿Se fueron? ¿Así como así? —Dimitri dudaba—. No suena muy…
—No me importa si me crees o no Dimitri. —Christine lo interrumpió—. De verdad aprecio mucho tu ayuda, pero no voy a dar un paso atrás en esta decisión que he tomado.
—Está bien, si estás tan segura adelante. —Dimitri sonrió, resignado—. Te ayudaré en lo que necesites.
—¿Lo dices en serio?
—Si no lo hago yo, ¿quién lo haría?
—No tienes ninguna clase de obligación y…
—Tranquila, es un gusto hacerlo. —El taxi se detuvo y las luces en el interior se encendieron—. Ya llegamos.

Dimitri pagó el taxi y abrió la puerta, salió del vehículo mientras Christine no se movía de su lugar, mantenía la cabeza baja y se aferraba a su pequeña maleta roja. Tratando de animarla, Dimitri se devolvió un momento y pasó sus dedos por el delicado rostro de la pequeña chica, removiendo los mechones de cabello castaño que caían sobre este. Ella pareció reaccionar ante este gesto, y levantó la mirada para encontrarse con la del extraño que era ahora a la única persona que conocía. Christine bajó del taxi y preguntó dónde estaban. Dimitri solo señaló el letrero sobre el umbral del edificio color ladrillo: 7153 State. Se quedó hablando un momento con el taxista mientras la pequeña chica se acercaba al edificio.

—¿Aquí vives?
—Este es mi departamento. —Dimitri abandonó el taxi y se acercó a Christine—. Yo vivo en una casa cerca de aquí.
—Yo no podría darme el lujo de tener dos casas. —Christine rio—.
—No es un lujo, aquí solo vengo de vez en cuando, es para las visitas.
—¿Te visitan mucho?
—Si… —Dimitri se quedó pensando—. Mi trabajo lo requiere.
—¿En qué trabajas?
—Importo materiales de construcción.
—Suena bien.
—Lo sé, es un negocio gratificante.
—Entonces, —Christine miró nuevamente hacia la fachada del edificio—. ¿Puedo quedarme aquí por esta noche?
—Quédate mientras resuelves tus asuntos. No tendré visitas por lo pronto.
—De verdad no tengo palabras para agradecer lo que estás haciendo.
—Mira pequeña, yo también sé qué es… —Una melodía proveniente del bolsillo de Dimitri interrumpió sus palabras, y sin tomar la llamada prosiguió—. Tengo que irme ya. Es el 5B. ¡El portero te guiará! —Dimitri se acercó al taxi nuevamente sin volver la mirada y se subió. Cerró la puerta y al cabo de unos segundos el rechinido de las ruedas y el ruido del motor se perdieron en la distancia, volvió el silencio a aquella calle vacía en donde una chica, de pie frente al umbral del edificio color ladrillo, se preguntaba si debía o no abrir aquella puerta.” 

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