domingo, 12 de junio de 2016

Escritor

Recuerdo una época en la que no había cabos sueltos en esta historia de pesadilla. En ese entonces, bastaban dos o tres palabras para hilar un suceso extraordinario con la cotidianidad de un día cualquiera. La ingenuidad me mantenía cuerdo... y ahora, despierto, solo puedo desear que la pluma no salga de mis manos, que siga teniendo el control de la vida que por ley me pertenece. ¿Soy aún el escritor de mi propia historia?

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