martes, 6 de diciembre de 2016

Luna amarilla

Se sueña con una noche como esta, con una luna amarilla en la distancia que acompaña cada paso en la oscuridad, cada metro que se avanza bajo las estrellas, bajo aquellos puntos blancos que significaron y significan aún secretos, recuerdos, palabras dichas en otros tiempos que vigentes todavía desencadenan emociones inexplicables, deseos inexplicables de escribir sin puntos, sin ponerle final a la idea que comenzó con una mirada al cielo. Todo se detiene, como las ruedas o las piernas que vigorosamente avanzan todavía, repeliendo el frío del exterior con el calor de sus pasos, con el sudor invisible que sus movimientos agitados causan; la mirada en el pavimento, en el pasto, en la madera del parque y el columpio moviéndose con el viento, meciéndose con la brisa aparentando la más extraña escena fantasmal, pero los únicos fantasmas son aquellos de cuyos recuerdos se deshace como se deshace el papel ante el fuego, como se convierte en ceniza, sus vidas en ceniza que la memoria lanza a la luna, a la luna amarilla y la tiñe de gris, del color de cada noche que por hoy, solo por hoy, abandonó la idea de vivir a blanco y negro.

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