Artistas de los grandes, ilustradores no solo de líneas sino
de sueños, de esperanza, de múltiples significados que personas de todas las
edades pueden encontrar en un trazo cualquiera, en una pintura cualquiera que
reposa en un mismo lugar por días; galerías temporales de sujetos desconocidos,
obras maestras casi anónimas para la audiencia. El polvo de la calle, moviéndose
con el viento y sacudiendo los telares, los sombreros, las faldas, los
vestidos; las hojas secas, los cables de teléfono en los que grupos de palomas
reposan, reposaban, toman vuelo y parten rumbo a los edificios, en donde la
brisa no podría incomodar sus minutos de quietud, sus momentos de pausa dentro
de una vida volando. Pero vuelven, vuelven a la plaza a caminar a través de los
caballetes, bajo las pinturas, junto a los pies de los asistentes que se
detienen de vez en cuando frente a los colores de algún cuadro, viendo en ellos
quizá algo más que solo pintura, sonriendo ante el recuerdo que puede evocar
una imagen vista por mera casualidad en un paseo matutino, en un encuentro con
el sol, con las losas de la plaza, con las palomas que caminan por ahí en
absoluta libertad, observando a los ciudadanos y alejándose de sus pisadas. Pasa
el medio día, la tarde, la noche y todo queda vacío; los caballetes permanecen
estáticos en su lugar y las obras se retiran, quienes las pintaron se las
llevan en sus manos hasta donde viven. Lienzos moviéndose por la ciudad, por
los fríos andenes en donde las bombillas del alumbrado público titilan,
sumiendo por escasos segundos el cemento en completa oscuridad, en lo que
debería ser una noche en realidad. Un cuadro de esos, de esos que llevan en las
manos, de esos que no se verán la mañana siguiente en la plaza; todos se
remplazan a diario, día a día nuevos artistas llegan a la ciudad y quienes
llevan allí días se retiran, en busca de un nuevo destino. Horas de fama
contadas, largos recorridos por carreteras desiertas para llegar a la nueva meta,
al nuevo oasis en donde la pintura les regale otra noche estrellada, otra
mañana soleada para exhibir lo que son, quienes son, lo que pueden hacer
aquellos seres de rostros hundidos, de rostros obesos, de caras pálidas,
oscuras; de manos crispadas y dedos delicados, de uñas bañadas en esmalte y nudillos duros; realidades distintas, características distintas, pasos distintos para todos aquellos que pintan su propio
retrato.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario