miércoles, 21 de diciembre de 2016

Mal sueño

Las ventanas abriéndose, el aroma de la brisa, el frío del suelo en un par de pies descalzos y los cortos pasos por el pasillo, avanzando lentamente en la oscuridad de un lugar ya conocido. Losas rojas, blancas, negras; colores en el suelo y el frío de nuevo, luego la alfombra y la entrada al comedor. Una mesa tan antigua como los recuerdos lo permiten, presente en cada uno de ellos en la misma posición, bajo el mismo candelabro de cristal que con uno, dos, tres destellos puede iluminar toda la habitación. Un mantel bordado por manos ajenas, imágenes de flores, de luces; imágenes acordes a la época y al momento, acordes a las sensaciones que junto a la mesa donde el mantel reposa nacen, viven. Tantas bocas junto al mantel, tantas manos acariciando el suave algodón; familias enteras alrededor de un círculo pequeño, inmenso en sus cabezas por tener el poder de reunirlos a todos en un mismo lugar, a una misma hora y con una misma intención, la de simplemente pasar una tarde cualquiera hablando del ayer, del hoy, del mañana incierto que a cada persona en ese lugar le esperaba. Sobre la música también, sobre las letras, política; amor, desamor, temas aleatorios mientras las horas pasen y llega la noche, llega la luz del candelabro y el sonido de la puerta abriéndose, los niños saliendo para jugar en las calles y no volver hasta más tarde, hasta que sus cuerpos pidiesen agua y abrigo contra el frío. Volverían, y su risa volvería a invadir de nuevo aquella casa de ladrillos marrones, en donde tantas historias se comenzaron a escribir, en donde tantas historias comenzaron a tomar forma a partir de borradores difusos y nebulosos. Es con el tiempo, con los años, que aquellos borradores toman una forma más clara, salen de la niebla en la que se ocultaban para mostrarse como lo que son, revelando entonces palabras antes desconocidas, antes misteriosas, antes ajenas; propias ahora, propias en el presente. Se opacan los colores, las lámparas titilan y entonces todo parece cambiar de repente. El lugar lleno de polvo, de óxido, de niebla, el lugar perdido en el tiempo que ya no existe, en donde la mesa ha desaparecido y el candelabro yace en el suelo. Paredes rasgadas, muros caídos y risas ausentes; el sonido de las llamas consumiendo la madera en un lugar vecino, el sonido de las voces hostiles alrededor de un lugar antes lleno de voces tan pacíficas, tan naturales. El tiempo, los días, los meses, los años; lo era ya no es, un vaga alucinación, un simple mal sueño llegado con el sonido de la lluvia, la primera en días, un balde de agua fría para despertar.

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