jueves, 1 de diciembre de 2016

Trazos

Comienza un nuevo mes, un Diciembre como ningún otro en el que las condiciones, las situaciones que conforman la realidad inmediata parecen la más utópica representación de los sueños. Nuevas oportunidades, nuevos objetivos sobre la mesa que invitan no sólo a pedalear más fuerte, sino a escalar las montañas que inmóviles observan mi avance, mi ascenso a través de calles empapadas de agua, de polvo, de miradas a las 11 cuando el sol todavía ilumina; de neblina a las 12, cuando todo se encuentra vacío y el silencio es regla general. Proyectos incompletos a la espera de la pluma, de las manos danzando sobre el papel o sobre simples teclas frías; ideas cálidas, ideas frescas que como la brisa entran por la puerta, por la ventana, por los orificios en el cristal que deja ver lo que hay afuera, el mundo exterior que tanto se quiere ver cada mañana. En efecto, las puertas se han abierto y que se han cerrado en el transcurso del año han cambiado la apariencia del mundo exterior. Meses largos, extraños, buenos, malos, para unos y para otros en distintos casos. Y en el interior, el polvo dejado por los días sobre los muebles, sobre las paredes; pintadas de distintos tonos a los anteriores, lienzos inicialmente blancos y ahora a punto de no poder resistir otro trazo, otro segundo. Hora de colgar otro cuadro en la pared, otro mes para el recuerdo.

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