jueves, 26 de enero de 2017

Dirección correcta

Seguro de que se avanza en la dirección correcta, el camino parece mucho más sencillo, mucho más corto. Con una mentalidad pesimista parecía tan eterno, tan largo y tan peligroso, que es grato haber dejado eso atrás, haber lanzado tal lastre mental del globo para retomar el trayecto sin demora y sin retrasos de ningún tipo; todo lo innecesario ha de caer por efecto de la gravedad, fuera del cesto y alejado de las nubes que se elevan a la par de las manos propias. ¿Qué ha de quedarse entonces? Las provisiones para un buen viaje, lo que no puede faltar a través de los días como lo son las buenas historias, como lo es un buen libro de otros años; como lo es la posibilidad de adentrarse en una realidad ajena y quedarse allí por horas, tomando de aquellas palabras centenarias todo lo posible para reestructurar la prosa propia, la mente propia que crece día a día y que apenas comienza a abrirse realmente. Es curioso ese concepto de abrir la cabeza, de expandir los horizontes; todo malinterpretado con anterioridad y causal de tantos malos recuerdos, causal de tantos eventos ajenos al control propio por un error, por un descuido. Se quedó atrás, el tener la oportunidad de redefinir tales palabras es un regalo, es una especie de boleto para volver a subirse de nuevo en el tren del que se saltó en un acto de cobardía. Lo que hubo atrás, lo que el caer y no levantarse trajo ya pasó; aquellas piedras con las que se tropezó han desaparecido, la posibilidad de nacer nuevamente de las cenizas parece posible, como si aquel incendio hubiese erradicado toda la toxicidad que pudo haber en un momento. Hubo, ¿ya no hay? Hay, todo se trata del equilibrio después de todo, del balance entre lo bueno y lo malo, de la armonía entre el caos y el orden, entre la astucia y la estupidez. Pronto las caídas se hacen menos frecuentes, pronto desaparecen y entonces el camino deja de parecer nebuloso, entonces el camino parece claro de una vez por todas, tan impecable y sin fisuras, como si todo lo anterior hubiese sido solo un sueño. Quizá se trata de la manera de ver las cosas, que es en realidad lo que cambia y por consiguiente lo que altera el recorrido en general; quizá conunos lentes distintos puede ahora verse que con lo que se ha tropezado antes ha sido tan mínimo, tan insignificante, que reprocharse sería una opción si no fuese por el hecho de que tener la oportunidad de corregir tal error lo vuelve innecesario. Es eso crecer de alguna forma, el dejar de lamentarse ante los cristales rotos y comenzar a limpiar, el poner manos a la obra antes de que la tormenta llegue y con ello escapar de la lluvia. Refugiarse de ella como quien se refugia del frío, bajo los altos techos de edificios antiguos, rodeado de desconocidos que caminan en diferentes direcciones, rumbo a distintos destinos. Cuando esta se detiene, cuando la calma vuelve al cielo y puede mirarse hacia arriba sin empaparse la cara, es momento de retomar el camino y esquivar los charcos, esquivar las grietas que se han llenado de barro y de ramas. Todos salen a la calle, algunos sacuden sus sombrillas de colores, salpicando con diminutas gotas la superficie del agua reposada mientras la multitud avanza y se detiene tras los semáforos, tras las cebras que brillan con las luces de los postes. Los automóviles avanzan a través del pavimento mojado, sus luces blancas y rojas destacan en la oscuridad y en una atmosfera empapada. Algunas noches de lluvia no van a alterar nada; así, algunas caídas, algunos inconvenientes no van a alterar nada tampoco. Habrá días de sol y días de lluvia, días de niebla y días de brisa, días para levantarse a ver el sol y otros para dormir hasta que sea su luz quien inunde la habitación; que sea esto lo que lleve a despertar. Sin alarmas para variar, sin afanes para variar; un poco de libertad en las más mínimas cosas para poder sentirse realmente libre. Nada como ser el autor de la historia y no un personaje de relleno que sigue las instrucciones como un títere sin titiritero alguno. Nada como tomar las riendas, como encender el motor que por tanto estuvo apagado y avanzar bajo las estrellas seguro de que se va bien, de que se llegará a casa a escribir de ello; en la ruta correcta, en el sendero apropiado.

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