martes, 3 de enero de 2017

Retomar

Prometí alejarme, alejarme de la pluma y las letras sólo por unos días, los que fuesen necesarios para poder realmente decir que quiero comenzar de cero. Enero cero, el lapso de tiempo que existe antes de abrir los ojos bajo la luna; enero uno, enero dos, hoy tres retomo la prosa como quien retoma una pintura olvidada, dejada en la comodidad del taller de un pintor desconocido. Retomo la escritura, retomo la tinta, retomo las viejas herramientas con la firme creencia de que el aire fresco limpia los pulmones, de que el sol radiante quema y cauteriza las aberturas no en la piel, sino en el alma de un individuo que a la mitad de un año desordenado y tóxico encontró la manera de enderezar la ruta. Se cierran, sutura invisible con hilos transparentes, sutura metafórica que se siente tan real como el tacto de quien acariciaba las mejillas antes de dormir. Dormido, despierto, listo, pies en el suelo y manos en el papel. Retomo, no mi vida, pues esa jamás ha dejado de ser propia; retomo las costumbres sanas, aquellas que me llenaban de alegría antes de todo, antes de nada. Paseos, cartas, juegos, agua; nuevas costumbres como esconderse bajo las olas y sonreír así, sumergido, perdido y sin embargo en casa, dichoso de haber dejado otro miedo atrás, otra barrera que impedía antes subir al cielo, llegar a la utopía que dejaba de ser sólo un sueño. Las nubes, los árboles, todas las metáforas sobre las mañanas y las noches bajo las estrellas, retomo el mundo del que me alejé unos días, para quedarme a hablar de ellos en las tardes largas, en los amaneceres despejados con rastros de rocío sobre las hojas, sobre las ventanas, sobre los dedos que juegan en la niebla antes de que salga el sol. La niebla ha desaparecido, así como los malos recuerdos; es hora de llenar el libro con nuevos.

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