viernes, 10 de febrero de 2017

Debates de letras

Es gracioso, como algunos comentarios dichos por una persona que apenas se ve por primera vez pueden significar una desestabilidad, una ligera sacudida que motiva a dar una respuesta, una reacción a los eventos desencadenados por un discurso sencillo. Mencionaba, de manera muy abierta, la ambigüedad de la literatura y la mutabilidad de la misma, sus cambios a través de los años y lo que esto representaba. Traía nombres de obras muy antiguas, que contaban historias sobre lo bello, sobre lo hermoso; el arte estaba en las letras y en la lira, en las voces y en los cantos que versaban sobre héroes y dioses. Decenas de pares de ojos abiertos la observaban, se deleitaban con la elocuencia de aquella voz delicada que parecía lanzar verdades a la mesa, que parecía romper viejos esquemas para establecer cimientos de los nuevos o mejor, parecía sembrar dudas, preguntas, la necesidad de indagar para encontrar la verdad tan anhelada. ¿Podría encontrarse? En las páginas los ojos confundidos buscaban respuesta siguiendo atentamente el debate, examinando detenidamente a quienes tenían la palabra de tanto en tanto, esperando a su momento para dejar salir su manera de ver las cosas. Llegaban las comparaciones, entre tantos literatos y tantas obras, entre tantas escuelas y tantos pensamientos, entre tantas visiones del mundo; entusiastas y pesimistas, coloridas y negras, felices y tristes. Es un “y”, no un “o”, puede haber ambos dependiendo de la hora, dependiendo del lugar, dependiendo de la cabeza y de cómo esta maneja lo que allí entra. Lo que antes era sí ahora era no, lo que antes era no era tal vez, lo que se tenía por seguro era ahora impensable y obligaba positivamente a encontrar un punto medio, el ponerse de pie en la mitad de las cosas y analizarlas objetivamente para no dejarse tambalear, para volver de una visión propia una que trascienda por su propio valor. Las miradas se encontraban más brillantes, como si todo lo que veían los deslumbrase y los dejase no estupefactos, sino deseosos de saber más. Se acababan los minutos, las miradas furtivas al reloj por parte de esta persona lo indicaban, y era como si todos quisieran que estos corrieran más lento para quedarse un poco más a escuchar, a opinar, a dejar plasmada su realidad para continuar moldeándola día a día. Hora de irse, los cuadernos se guardaban lentamente, las sillas sonaban mientras todos se ponían de pie e intercambiaban ideas ya fuera del contexto, ya fuera del tema y sin embargo con la misma mirada, con el mismo brillo que no desaparecería por más que estuviesen fuera del aula, por más lejos que estuviesen del campus. 

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