viernes, 3 de febrero de 2017

Más alto

Después de llegar a la cima sin detenerse como no se hacía hace mucho, no está de más sonreír y llenarse de gusto, saber que no se está tan oxidado y que limpiarse no parece tan difícil es suficiente motivo para estar contento, el pedalear tan rápidamente es suficiente motivo para estar dichoso. El recuperar la fuerza, la resistencia de otros tiempos, era el objetivo que se perseguía cojamente a través de los días hace algunas semanas, y través de los minutos silenciosos en la soledad de un parque las ganas se iban, se dejaba a un lado la motivación y se volvía a empezar una, dos, tres veces de nuevo, siempre seguro de que el siguiente comienzo sería diferente cuando en realidad parecía resumirse en la misma historia una y otra y otra vez. En un parque, en este, en aquel; lunes, martes miércoles, era un círculo, una secuencia que lentamente apagaba las luces, que lentamente borraba la tinta y rompía las plumas, cortaba las alas y frenaba cuando el entorno permitía avanzar. No se veía con claridad, pero limpiar el cristal permitió ver lo que sucedía afuera e iluminar lo que había adentro. El caos, el desorden y la basura reposada por mero gusto que se rehusaba alquiler salir, todo triturado y quemado, todo calcinado y enterrado para que no representase más que cenizas. Fue posible levantarse, fue posible volver a escalar las montañas y alejarse de todo lo que estancaba, de todo lo que parecía limitar los movimientos y lo que parecía detenerlos en su totalidad. No es suficiente con haberse alejado, eso solo son medidas preventivas que no llevan a nada sino al inicio de otra historia similar. Hay que volver, entrar de nuevo a la habitación y arreglar el desastre que se dejó. En la habitacion, en los parques, en el cemento oscuro, en las barras amarillas y cualquier clase de objeto en el que antes se veía una posibilidad para llegar más lejos, en un aspecto sencillo como este claro. Una botella, los guantes protegiendo manos manos, todo arreglado, todo limpio, todo desempolvado; la claridad traía las imágenes de cuando apenas se aprendía a subir allá arriba, a cuando apenas se perdía el miedo a caer y a lastimarse con el simple deseo de llegar más alto. Solo unos metros más, sólo una más antes de un vaso de agua y eso será todo. Minutos cortos aunque fructíferos, minutos valorados como nada que se consumen lentamente en repeticiones agotadoras, que se van en el agua y en el sudor, en las palabras y en la tinta mientras se reposa y se confirma la idea de que todo sigue su camino, mientras se confirma la idea de que la realidad mueve sus engranajes sin problema. Una mañana cualquiera, de conocer personas nuevas y bajo la sombra, refugiado del sol, continuar con el propósito anterior, retomar el camino que nunca se acaba.

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