jueves, 9 de febrero de 2017

Restos del ayer

Al abrir los ojos después de dormir por horas, después de descansar para poder seguir caminando sin cojear o titubear ante la realidad, el escenario parece indicar que en efecto todo marcha bien, que uno o dos inconvenientes no van a alterar el paisaje general que se presenta en la mañana. Con los ojos todavía pesados, los sorbos tibios de café van entrando a un cuerpo frío que observa apoyándose sobre la baranda como el sol se levanta, como otro día despejado promete grandes cosas más allá de las montañas que han de cruzarse, que han de dejarse atrás para llegar más lejos y no solo hablando en términos de distancia, sino la misma metáfora de progresar que tanto se utiliza. Cobra sentido hasta que se vuelve la meta, hasta que se dejan los lastres para llegar a ella. Depende de uno mismo, el cómo verlo y el cómo vivirlo, el cómo tomarlo y cómo caminarlo; qué pausas quieren hacerse y cuando debe acelerarse. Todo va más rápido, los ojos se van abriendo y dejando atrás la pereza con cada sorbo que vacía la taza, recobrando la energía necesaria para salir de casa y vivir el día. La brisa disminuye, la ciudad se calla, la realidad confabula para detener el tiempo. Una desconexión temporal para desligarse del tiempo pasado, para volver solo al presente en donde nada más existe que las palabras que se escriben a diario. Palabras varias, largas y cortas, letra a letra conformando un pensamiento que versa y susurra mensajes para el viento en la mañana, en la tarde, en la noche e incluso en la madrugada, cuando no se puede dormir y solo se desea refrescar un poco la cabeza. Refrescarla, liberarla de recuerdos innecesarios dejándolos en el papel y cerrando el libro, y pensando que la siguiente página está en blanco. ¿De qué podría llenarse? De eventos afortunados y desafortunados, de risas y llantos, de juegos y discusiones, de opuestos innumerables que hacen del papel una balanza con cargas en ambos lados, con razones para sonreír y también para simplemente cerrar el libro y lanzarlo lejos. Hojas vacías, luego llenas, luego perdidas en el tiempo y en el fuego; cenizas, brisa, todo saliendo por la ventana y llevándose no el día de ayer, sino los restos del ayer.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario