domingo, 11 de septiembre de 2016

A veces

Describiré una escena sencilla, un pensamiento repentino que necesito anotar por ahí. Quizá a veces es imposible apartar los ojos de una persona sin una razón aparente. A veces solo dan ganas de quedarse allí, con la mirada fija en otros ojos, en otra boca, en un mechón de cabello que cae sobre una frente o se oculta tras dos orejas. A veces simplemente las palabras sobran, el silencio se vuelve una agradable compañía. A veces dan ganas de simplemente recostarse dándole la espalda al sol y dormir toda la tarde, fuera de los extravagantes planes dentro de la ciudad; a veces dan ganas de escapar de las calles, de los edificios, del polvo de los andenes y el humo de los automóviles para limpiar un poco los pulmones, un poco los ojos, un poco la vida. A veces dan ganas de simplemente tener una buena compañía, de tener con quien reír, a quien contar algo que probablemente lamentemos más adelante, de tener quien escuche aquella desventura y se ría, tonterías sin sentido que no afectarán más que un día. A veces dan ganas de tener a alguien que escuche asuntos más serios, que se atreva a leernos por completo y prontamente predecir, suponer, esperar, descifrar el laberinto que somos, completar el rompecabezas con aquellas piezas que no vienen de fábrica, como una mano cuando no dan ganas de caminar solo una noche fría, una mañana, o al medio día. A veces dan ganas de perderse, de cerrar las cortinas y dormir todo el día; de poner música a todo volumen y soñar con cada nota, con cada letra, con cada historia contenida en cada canción. Amor, desamor, tragedias, aventuras, una ruleta que se detiene aleatoriamente en recuerdos, canciones de enero y febrero que saben a marzo con trazas de abril y amargos días de mayo. Junio, julio, el tiempo ha volado y solo algunas notas lo han hecho como se debe, con los vientos de agosto. Septiembre, ahora, dan ganas de seguir escribiendo, de levantarse al día siguiente a ver el mundo girar. A veces dan ganas de girar, de dar vueltas en la silla y olvidar que el tiempo pasa, pasar con el tiempo, bailar con el tiempo antes de despertar. En una noche fría de domingo, con un poco de café, dan ganas de seguir despierto.

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