miércoles, 7 de septiembre de 2016

Tareas pendientes

Completar una tarea que se ha estado posponiendo por cuestiones ajenas a mi control es toda la paz que necesito para una noche de martes. Las horas sin dormir desembocaban en el constante deseo de salir a caminar a la mitad de la madrugada solamente para agotar el cuerpo cuando quien está realmente agotada es la mente. Bien, salir es una mala idea considerando las últimas noticias y los panfletos que circulan por ahí informando del peligro de estar afuera, y me quedo adentro, mirando por la ventana como los postes de luz titilan de vez en cuando, como el rugido de una motocicleta a toda velocidad se toma la calle a mi espalda, como los ladridos de los perros parecen venir de todas partes, aullidos a la luna, maullidos escandalosos de gatos sin dueño, con dueño, vagabundos que saltan de techo en techo escapando del peligro en el pavimento, una sinfonía de sonidos, una marea de colores tintados de negro y ocasionalmente del naranja de las lamparas. Soy parte del paisaje, el chico de la ventana que observa la escena y la describe con sencillez. He ahí mi tarea: ser breve. Relatar un pasaje de mi vida de hace algunos meses, cuando mi cabeza pensaba y deseaba otras cosas, cuando la decepción y el rencor me motivaban a, palabras más, palabras menos, olvidarme de todo y empezar de cero, tomar una ruta completamente distinta y cortar los pocos hilos que me ataban a lo que ahora me queda de realidad, de conciencia, de cabeza dentro de todo el desastre que no levantarse una mañana pudo causar, que no tomar un bus a tiempo pudo causar, que simplemente no despertar pudo causar. Es pasado, es un recuerdo, un recuerdo que leí en voz alta antes de enviarlo y esperar lo mejor, volver a todo todo terminó y quizá, menos estúpido, valorarlo de una vez por todas.

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