domingo, 25 de septiembre de 2016

Fuera de casa

Hace mucho no escribía fuera de casa, había olvidado la sensación del viento en mi cara mientras trataba de despejar las ideas que caían en desorden; una especie de canal para unirlas con coherencia, un poco de orden dentro del caos que reinaba en ese momento. El ruido, las voces, los motores, historias por todas partes mientras que debo enfocarme en una.  Es una tarea que requiere de paciencia, de borrar constantemente después de creer que se ha hecho algo bueno, recordar con humildad que hay días de días y que la práctica y el constante deseo de mejorar deben ser la verdadera motivación, más allá de 30 segundos de aprecio. He borrado estas líneas tantas veces que quizá podría escribir una historia con todos esos retazos, con todos los fragmentos incompletos; retazos inútiles, ya olvidados que no necesitan volver a leerse, volver a repetirse. Hay páginas que no me gustaría volver a leer y, después de un día largo dando vueltas por la ciudad en mi bicicleta, he podido arrojarlas, olvidarlas por completo. No necesito historias incompletas, y que bueno es haberlas acabado aquí, fuera de casa, con el frío en mis manos y el deseo de quedarme más horas a escribir en la oscuridad.

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