Sin ánimos de iniciar un debate político, me gustaría
mencionar que gane la opinión que gane en la próximas elecciones del 2 de
octubre, no conoceremos la tan anhelada ilusión de la paz que tanto se está
promocionando y a la cual se está atacando con tanto fervor. Olvidamos quizá
que se vota sobre un documento, no sobre la idea de la paz ni el concepto de la
misma; los medios de comunicación se han encargado de distorsionar el mensaje
de una manera descarada, y muchos de los que votarán esa mañana lo harán con
una idea difusa de lo que un “sí” o un “no” representa. Los unos le temen a que
la guerra llegue a sus casas, mientras los otros quieren que en sus casas se
acabe la guerra. Ambas opiniones políticas recurren a lo común, a lo legal;
como lo es la publicidad en las calles que llena postes, puentes, puertas y
ventanas de automóviles que desfilan por las calles pregonando sus ideas.
También, claro, recurren a métodos menos ortodoxos, menos comunes en un ámbito tan
serio. Por parte del sí, la amenaza de una guerra urbana no puede ser un
mecanismo de presión. Por parte del no, afirmar cosas que se desmienten al leer
el documento es simplemente ilógico. A causa de movidas sucias como estas, se
está confundiendo el destino del conflicto contra UNA guerrilla con algo
distinto, algo más complejo como lo es la paz que tanto ha anhelado este país,
que tanto necesita para avanzar. No hay mucho que hacer a estas alturas,
considerando que toda la pompa que se le ha dado al plebiscito ya ha vendido
una idea; ya se ha creado un estereotipo de algo que no conoceremos por lo
pronto. Nos falta mucho para la paz, pero nos han dicho que votaremos por ella.
Efectivamente la paz es un concepto que va más allá de un voto en un documento. Sin embargo, para llegar a un meta, a un objetivo se empieza por una primera etapa. Asumo pues, que esta firma modificará en algo el orden público en el que ha vivido Colombia por más de 50 años y que ha dejado muchos muertos de lado y lado. Es por ello que creo que debe darse ese paso. ¿Qué vendrá después? No lo sé. Lo que sí se es que Colombia no puede seguir en otros 50 años en las mismas dinámicas que hasta ahora ha tenido.
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