jueves, 1 de septiembre de 2016

Análisis interno

Cuando deseo ver lo que está sucediendo a mi alrededor, a menudo tengo que mirar dentro de mí primero, usarme como punto de partida, de adentro hacia afuera, en un intento por ver dónde está exactamente el problema, en qué sección de la realidad en la que me encuentro. A menudo el problema suele estar solo en algunos hábitos, hábitos que perjudican mi estabilidad, y deshacerme de ellos es bastante sencillo, si solo se trata de mirar para otro lado y correr una mañana, observar un atardecer, recostarme en un parque al medio día, hacer cosas diferentes que me saquen de la rutina. Es difícil escapar de lo que se lleva adentro, si mi cuerpo se ha programado como un reloj cuyas manecillas avanzan a toda velocidad, y solo mi cabeza trata de descarrilarlas, de detenerlas, de sacarlas de su eje y hacerlas volar por toda la habitación pues así, mi vida, se aparece frente a mis ojos como lo que es y lo que debería ser, el oasis, la utopía, la claridad de las ideas ante una noche estrellada y un café caliente. Si mi cabeza triunfa, habré hecho suficiente por esta noche, ir a dormir con la cabeza despejada, la mente tranquila. La luz entra por la ventana, iluminando suavemente el atrapa-sueños que gira, gira y gira sobre mi cabeza mientras que mis ojos se cierran, hipnotizados, perdidos en la idea de que cuando deje de girar todo habrá acabado.

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