lunes, 19 de septiembre de 2016

Pedales

Mi vieja amiga, fiel compañera de cada mañana cálida, de cada mañana lluviosa con el agua sucia mojando mi espalda, con las carreras para llegar a tiempo al trabajo y los recorridos nocturnos en medio de lugares desiertos. Desde hace una semana un pequeño problema técnico me había limitado a salir en bicicleta, a saltar por los andenes y perderme en callejuelas lejos de los automóviles, bajar los terrenos empinados a toda velocidad mientras el viento se lleva los problemas, mientras la velocidad trae la paz que necesita una mente ocupada. Volver a rodar es siempre un placer, tener un escape cuando la presión parece tomarse el lugar en el que me encuentro es siempre necesario; un escape, para las ideas surgidas en un momento de adrenalina, para las carreras con amigos y los retos personales, subir a la cima de las montañas y ver todo como una pista por la que solo hay que rodar, rodar y rodar hacia la meta por la ruta menos transitada, un camino propio a la utopía deseada. He trazado mi camino desde hace tanto tiempo que un percance como este no podría detener mi marcha, pero estoy más cómodo con los pedales, más cómodo con mi bicicleta y no el transporte público, la libertad de cambiar la ruta cuando lo desee, la libertad de ir por donde me plazca. Hoy lunes, inicio de semana para alguien que anhela rodar en las nubes.

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