Después de un largo día como
este, no hay mejor sensación que la causada al sentarme en una silla cómoda a
observar todas las capturas hechas en el día, cada imagen que se añadirá a mi galería
y que trae a la cabeza un momento, una palabra, una decisión como la de salirse
de la ruta por un momento. En efecto, salirse de la ruta me ha traído las
mejores fotografías que he tomado en mucho tiempo pero, adicionalmente, se ha
convertido en una razón para disminuir la velocidad de mi vida, mi reloj
interno, mi deseo de ir más rápido. Mi realidad puede ser tan común como la de
la mayoría de personas que me rodea pero son momentos cortos, instantes muy
simples los que pueden convertir un buen paseo en una pesadilla; son apenas
unos segundos los que pueden cambiar la vida de una persona por completo. ¿Una
locura? ¿Un nuevo camino? Por supuesto que no. Más allá de redefinir una meta,
me interesa evitar saltos innecesarios y riesgos absurdos para llegar a ella, a
la original; la idea y el sentido de mi vida. Tener más cuidado no estaría mal,
ver las cosas de otra manera no estaría mal. Vivir cada momento con la lentitud
que este conlleva sin querer que pase rápido para ir al siguiente, de eso se
trata el no correr, y no correré más. La razón de esta nota no es que haya
tocado fondo, ni que haya chocado contra la realidad por fin después de tanto… No
la escribo para demostrar mi deseo de disfrutar más cada momento, ni porque
haya olvidado de qué se trata vivir. Escribo esta nota como un testimonio, como
un papel manchado en la tinta proveniente de alguien que a la mitad del camino
ha decidido terminarlo a su manera, como debió hacerse desde hace mucho. Sólo
en el trascurso de este año diferentes eventos me han enseñado que puedo tener
mucha suerte pero, por supuesto, las repercusiones que estos tienen en mi vida
posterior no tardan en mostrarse, no tardan en causar los estragos que una mala
decisión auguraba desde días, horas, minutos atrás. He tenido mucha suerte,
pero no quiero una próxima vez, ni reírme de las desgracias propias nuevamente. No puedo borrar los pasos que he dejado en este largo sendero, pero puedo cambiar de dirección para llegar al mismo estado que ayer, hoy y mañana pude, puedo y podré llamar felicidad.
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