martes, 4 de octubre de 2016

Volumen

La música a todo volumen ha sido siempre un inhibidor de todo el dolor, pues parece que con cada nota que sale de los parlantes a mis costados olvido un poco donde estoy y recuerdo un poco más a donde quiero llegar. La lluvia afuera, las gotas sobre la ventana, nada parece opacar el sonido de cada canción que aleatoriamente inunda mi habitación mientras escribo estas palabras, mientras observo las cosas a mi alrededor y veo como todo se mueve a su ritmo, como todo parece encajar en su lugar y lentamente las preocupaciones desaparecen, despejo mi mente de problemas ya resueltos para dar paso a mejores pensamientos, a mejores ideas y a mejores momentos. Tan difícil es sacar la basura a veces, que cada aspecto negativo que abandona mi cabeza parece llevarse una parte de lo que soy en este momento, un pedazo de lo que me compone, dejándome roto e incompleto por dentro y por fuera; mi rostro apagado frente al espejo lo delata mientras bajo la mirada para volver al papel y esperar que cuando vuelva a mirar haya sanado aquella herida invisible, aquella mancha oscura que me han dejado las malas decisiones y sus obvias consecuencias. Las heridas sanan, todo el ser sana en realidad cuando se vuelve a ser feliz, y ser feliz es este momento; ir por un café, un caramelo y un poco de aire; salir en la lluvia a empaparme de arriba a abajo y tomar un baño antes de dormir para poder despertar mañana con la melodía todavía sonando en mi cabeza… Ser feliz es tener la música a todo volumen y olvidar por un momento que se está en casa, que la realidad espera en la puerta mientras salgo por la ventana.

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