jueves, 27 de octubre de 2016

Sol y lluvia

Por fin una tarde soleada, una paseo tranquilo sin escapar de una nube oscura que amenaza con volver de un corto trayecto una tortuosa pesadilla. El tráfico, las calles inundadas en tierra y agua, una perspectiva completamente diferente de la lluvia, pues verla por la ventana es diferente a estar bajo ella con miles de cosas por hacer, lejos de casa y de cualquier refugio. Con la lluvia sobre mi cabeza, con mis lentes empañados y el incesante ruido de las bocinas producido por conductores impacientes que no entienden lo que sucede afuera, no desearía estar en otro lugar que no fuera mi habitación, para ver llover y las gotas caer; ser ese que ve sin sentir y escribe de ello para interpretar su realidad seca y limpia. Vuelvo al paseo, a mirar a los alrededores y ver las aves volar, a ver la brisa sacudir las copas de los árboles arrancando débiles hojas que flotan a mi alrededor, que caen bajo mis ruedas y agregan al sonido de la calle un crujido ahogado, casi mudo y sin embargo audible, distinguible dentro del ruido. El camino colina abajo sin charcos, sin autos, sin obstáculos ni piedras para esquivar, un panorama perfecto para rodar con el sol sobre mi cabeza y nubes claras como copos de algodón en el cielo, rodeando la luz y forjando las puertas a un día mejor, las puertas a una cálida tarde de jueves. Llegará el final de camino, y espero que el sol todavía siga allí para cuando termine.

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