El viento frío de la mañana entra por la ventana, sacudiendo
suavemente las cortinas y dejando escapar un agudo silbido que en el silencio
de mi habitación se siente, se vive y me levanta. Me gusta dormir con las ventanas
abiertas, precisamente para despertarme con esta clase de sonidos y no una
alarma cualquiera, para despertarme con el aroma del rocío y el pan de las
tiendas aledañas, no el aroma del humo, no el aroma del polvo. La mezcla de tan
puros aromas hace rugir mi estómago, no tengo hambre todavía y sin embargo casi
automáticamente abro la puerta y bajo las escaleras por un vaso de agua, con
los pies descalzos y pasos lentos, procurando no romper el silencio que reina
en toda la casa. Diez, nueve, tal vez ocho escalones que me separan del primer
piso todavía, escalones de madera tibia que me hacen desear no tocar el frío
suelo, que me hacen lamentar el caminar descalzo y que sin embargo prefiero a escándalo
provocado por un par de zapatos a esta hora. Una carrera de puntillas con su
meta en la cocina, atravesando un oscuro pasillo, sombrío a cualquier hora del
día, en donde múltiples cuadros muestran imágenes conocidas, recuerdos de otros
lugares y otras épocas, mejores y peores, eventos con un significado y ahora
enmarcados, exhibidos ante los ojos de todos. Abro la llave, el agua saliendo rápidamente
como una cascada descontrolada, como un río desbordado, llena el vaso y me
empapa las manos con grandes chorros de agua helada, pero es el primer sorbo el
más helado, el agua entrando a mi cuerpo y despertándome realmente, como una
taza de café en la tarde o un caramelo en la noche. El camino de vuelta,
pasillo, escaleras, puerta y habitación nuevamente, para volver a la cama y
quedarse allí algunos minutos, no mirando hacia la nada sino simplemente preparándose
para un nuevo día, uno que comenzó no con el pie izquierdo ni derecho sino con
un simple silbido, un silbido que rompió el muro de fantasías que cubría mi
cabeza antes de despertar, que se escuchó a través de los sueños y me trajo de
vuelta a la realidad, me trajo para vivirlo.
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