martes, 25 de octubre de 2016

Renacer de las mentiras

Para una mente descarada, es muy sencillo acallar la conciencia con el mero pensamiento de ir por el mejor camino, poner todo en una tela de juicio imparcial y personal, otorgar la verdad absoluta a una mentira bien armada. Al principio, el éxito y los placeres podrán silenciar la voz interior, las reglas todavía vigentes por simple costumbre no serán más que un susurro; nada interrumpe el sonido de la satisfacción, el himno que alaba al ego y a la soberbia retumban en la habitacion. Logros, metas, algunas nuevas y otras más viejas, una lista por completar y nuevos retos por enfrentar sin saber cómo, solo hacerlo por inercia y esperar que todo resulte, vivir al día y a la expectativa de como escalar apropiadamente, sin caer ni dejarse empujar. El ascenso, todo se desarrolla con calma hasta que por su propio peso una estructura frágil como aquella se desploma, hasta que una barrera empinada bloquea el camino a seguir y no parece próximo a moverse, una figura eterna, un límite real. No todas las montañas pueden franquearse, y cuando todo se haya probado, cuando todos los límites se hayan cruzado, es cuando la imagen de la realidad se aclara, las voces se hacen más fuertes y entendibles, el malestar general se toma la mente y reactiva la conciencia, ahora mortal enemigo, ahora castigo. Es muy sencillo caer del lugar a donde se ha llegado, es muy sencillo hundirse en el mar de mentiras que hay bajo la realidad creada con arcilla tan blanda como la verdad que se defiende sin pensar. Los excesos, de incertidumbre general, todo en conjunto para imperdir reaccionar hasta que el agua ya va en el cuello; ya congela los dedos y las manos y los brazos y las piernas, arrebatando el control de su vida pues ya se la ha dado a algo más, a algo irreal y quizá sin valor. Las mentiras han llegado tan alto como la montaña que se ha escalado, una vida dedicada a no poner el freno cuando la velocidad supera la conocida, la tolerada, perder el control y simplemente estrellarse, simplemente empezar de cero con las ruinas a los costados; un renacer no de las cenizas, sino de la basura, de la basura inventada por nuestra propia cabeza.

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