No se despierta
siendo el mismo todos los días, cada experiencia adquirida a través de las
horas modifica nuestra conducta de una u otra forma, volviéndonos seres en constante
cambio y constante evolución. Quien despertó hoy en esta habitación no veía más
que el tono ocre de las cortinas, encendidas en un amarillo más vivo que
permitía ver fuera de ellas, hacia donde los rayos del sol llamaban para abrir
la ventana. El silencio reinaba no solo en la habitación, sino en todo el piso,
en toda la casa; cada paso dado sobre las frías losas interrumpía la calma del
momento, la calma de la mañana, una mañana en la que todos dormían y ya había
despertado, ya miraba por la ventana hacia el cielo en donde el azul profundo
presagiaba un buen día, junto con las blancas nubes que separadas flotaban por
ahí, decorando la escena con sus delicadas formas y tamaños. No hay nada más
que ese momento, que el marco de la ventana y el cristal y el cielo y las nubes,
la mirada fija en el vacío y la mente tratando de volver en sí, haciendo un
esfuerzo por recordar que el tiempo avanza y que pronto hay que salir, gritando
desde lo más profundo del subconsciente que cada minuto que pasa vale más que
el anterior. Pero como salir, como salir del momento presente, de la belleza de
un momento que no se ve todos los días, un evento para el que no siempre estoy
despierto o atento para mirar al cielo; el ver el cielo azul, el olvidar la
lluvia que últimamente parece tomarse la ciudad, es un espectáculo del que no
podría cansarme. La realidad vuelve a tomar forma con el contacto de la brisa,
con el sonido de una puerta que se abre no lejos de aquí. La habitación parece
más clara que en otros días, más brillante que en otros tiempos. ¿Algo ha
cambiado? Los ojos que la habían mirado, los pies que habían caminado sobre
ella y todos los sentidos que la habían recorrido de arriba abajo eran los
mismos, los mismos de antes y del mismo individuo, pero ese individuo, la
esencia de su existencia, parece haber abandonado el lugar en cuanto despuntó la
mañana. Un cascarón completo, cuyo interior se vacía cada noche y se rellena
cada mañana de los recuerdos de un día pasado, pasando filtro de una conciencia
construida por los años, formada por las experiencias vividas. Y hoy se llenó
de esto, de una observación sobre como el constante cambio pinta de diferentes colores lo que somos, escribe nuevas observaciones sobre lo que seremos en un libro con un nombre propio, con tantas páginas en él como días vividos, días por vivir. No se despierta siendo el mismo todos los días, y quien despertó hoy no despertará mañana.
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