miércoles, 9 de noviembre de 2016

Despertar

No se despierta siendo el mismo todos los días, cada experiencia adquirida a través de las horas modifica nuestra conducta de una u otra forma, volviéndonos seres en constante cambio y constante evolución. Quien despertó hoy en esta habitación no veía más que el tono ocre de las cortinas, encendidas en un amarillo más vivo que permitía ver fuera de ellas, hacia donde los rayos del sol llamaban para abrir la ventana. El silencio reinaba no solo en la habitación, sino en todo el piso, en toda la casa; cada paso dado sobre las frías losas interrumpía la calma del momento, la calma de la mañana, una mañana en la que todos dormían y ya había despertado, ya miraba por la ventana hacia el cielo en donde el azul profundo presagiaba un buen día, junto con las blancas nubes que separadas flotaban por ahí, decorando la escena con sus delicadas formas y tamaños. No hay nada más que ese momento, que el marco de la ventana y el cristal y el cielo y las nubes, la mirada fija en el vacío y la mente tratando de volver en sí, haciendo un esfuerzo por recordar que el tiempo avanza y que pronto hay que salir, gritando desde lo más profundo del subconsciente que cada minuto que pasa vale más que el anterior. Pero como salir, como salir del momento presente, de la belleza de un momento que no se ve todos los días, un evento para el que no siempre estoy despierto o atento para mirar al cielo; el ver el cielo azul, el olvidar la lluvia que últimamente parece tomarse la ciudad, es un espectáculo del que no podría cansarme. La realidad vuelve a tomar forma con el contacto de la brisa, con el sonido de una puerta que se abre no lejos de aquí. La habitación parece más clara que en otros días, más brillante que en otros tiempos. ¿Algo ha cambiado? Los ojos que la habían mirado, los pies que habían caminado sobre ella y todos los sentidos que la habían recorrido de arriba abajo eran los mismos, los mismos de antes y del mismo individuo, pero ese individuo, la esencia de su existencia, parece haber abandonado el lugar en cuanto despuntó la mañana. Un cascarón completo, cuyo interior se vacía cada noche y se rellena cada mañana de los recuerdos de un día pasado, pasando filtro de una conciencia construida por los años, formada por las experiencias vividas. Y hoy se llenó de esto, de una observación sobre como el constante cambio pinta de diferentes colores lo que somos, escribe nuevas observaciones sobre lo que seremos en un libro con un nombre propio, con tantas páginas en él como días vividos, días por vivir. No se despierta siendo el mismo todos los días, y quien despertó hoy no despertará mañana.

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