La llegada de un
cambio drástico o la adopción de un nuevo modo de ver las cosas es un evento
que podría tal vez nunca salir de la cabeza, hasta el punto de quedar grabado
en lo más profundo de la memoria como una cicatriz que con cada reflexión, con
cada corta vista al pasado, traerá a la inmediatez imágenes de cuando todo era
diferente. No es una larga retrospectiva, ni una especie de viaje al pasado, es
el simple hecho de mirar atrás, hacia momentos que simplemente no pueden
olvidarse; se trata de una misma vida, pero podría parecer un salto entre dos
distintas si se suman los sucesos. Recuerdos de años previos, cuando se hablaba
de los años venideros como si se tratase de un libro con miles de páginas en
blanco a la espera de ser escritas, como si se tratase de un camino que cada
individuo podía labrar a su manera. Una relativa libertad, o la seguridad de
tenerla para caminar sin miedo y ser consecuentes de cada paso, eran palabras
similares las que guiaban y formaban lo-que-fuera que estuviera trazando en ese
momento; no era el único, caminos distintos eran trazados por las personas a mi
alrededor, todos en diferentes direcciones y bajo distintas condiciones. Algunos
se cruzaban entre ellos, y era cuando ya no podían seguir la ruta el momento en
el que todo se desmoronaba, en momento en el que algunos se estrellaban y no
encontraban como continuar, otros que continuaban sin cambiar el rumbo, para
adelante como se supone que debió ser desde un principio. Tan sencillo, tan
rápido e indoloro, pues la libertad y la inocencia del momento eran lo único
que importaba en momento, ese segundo presente en el que se caminaba con un
helado en la mano o las manos en los bolsillos, con la brisa arrancando las
hojas de los árboles y las calles vacías; todos alrededor dormidos y una sola
persona despierta cruzando las calles en silencio, gritando en su interior que
está despierto. Árboles ahora deshojados por completo, creciendo todavía cada
día y cada noche, se levantan a mi alrededor y me acompañan en cada caminata,
en cada paseo en el parque donde todas las hojas yacen en el suelo, donde las
aves han escapado de las ramas y lo único que queda es la firme madera, la
dureza de los huesos y la aspereza de piel. Se han resistido peores tormentas,
y ante el resonar de los truenos solo puede pensarse en las épocas de primavera,
cuando la lluvia era todavía una agradable compañía, cuando el viento no era todavía compañero de agosto, ni las flores de septiembre o los caramelos de octubre. Ha cambiado, ha cambiado
tanto la imagen de conceptos ya definidos que ante la imposibilidad de un
simple significado, basta con entender que pasarán los días y una nueva situación se presentará, una nueva semilla caerá al costado
del camino; será decisión propia si ha de plantarse, regarse, si ha de alimentarse una idea a través de los días y verla crecer junto a las demás.
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