viernes, 4 de noviembre de 2016

Razones y colores

Para cuando me pregunten de un día como hoy, hablaré de las nubes y de cómo vuelan sobre mi cabeza, pues lo único que puedo ver al levantar la vista son nubes de colores, nubes coloridas que en la oscuridad de la tarde parecen pintar no sólo el cielo, sino la vida de aquellos que viven a blanco y negro, a sol y lluvia, a dos estados simples como lo es el ser tan feliz o tan miserable, pero nunca un punto medio, nunca completamente satisfechos y siempre en busca de algo nuevo, de una nueva esperanza para levantarse cada mañana. Es quizá la luz de la ciudad, es quizá alguna clase de fenómeno causado por el agua y la luz del atardecer; es solamente una idea que en la inmediatez genera no sólo agrado, sino también alegría; y como no sonreír, si es que el cielo mismo es ahora una obra de arte. Lo fue desde esta mañana, cuando los primeros rayos apenas se asomaban y yo veía por mi ventana la luz tomarse la calle, las flores recibir los rayos con alegría, una recarga, un poco de vida. Ya son poco más de las seis, y la función no ha acabado, la belleza no se ha extinto., parece que apenas comienza. Llevo despierto tantas horas que aquellas nubes han pasado por una metamorfosis ante mis ojos, las he visto convertirse en lo que son ahora, inmensas figuras de algodón teñido que en la mañana eran sólo el presagio incoloro de una tarde lluviosa. En ese entonces seguía medio dormido, y ahora que estoy despierto, quiero quedarme en esta realidad, en una realidad cargada del aroma de los árboles, del ruido del tráfico bajo mis pies y de las nubes en el cielo avanzando, moviéndose y formando entre ellas tantas formas, tantas representaciones de lo que quiere el alma. Hay razones para seguir despierto, hay razones para no desear que el día avance en cuestión de minutos; hay razones para disfrutar cada segundo que pasa en esta cómoda silla de madera, con la vista fija en la montaña que me separa de casa, en las calles que pronto recorreré después de un día ocupado en el que más que obligado me siento a gusto, a gusto de hacer lo que tengo  que hacer, lo que quiero hacer. Hay razones para quedarme un rato más pensando en tonterías, con un buen café y una buena compañía, el sonido de voces amistosas y el aroma embriagante de las flores que me rodean. Un café, tal vez dos y una mano cálida, una sonrisa agradable y más café, más nubes para soñar con los ojos abiertos, a adivinar qué es real sobre nosotros.

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