lunes, 29 de agosto de 2016

Cascada nebulosa

Desde lo alto de una montaña bajaba la cascada nebulosa de mis sueños que cubría toda la ciudad con una marea de colores, una marea de olores y una marea de sonidos. Por otro lado, bajo las nubes, estaba el trafico a las 2 de la tarde en una calle principal, una buena comida con sabor a diciembre en casi septiembre, un poco de agua helada y el maldito humo de los automóviles que me marea después de haber estado en el aire puro de la lejanía. Son días irrepetibles, días diferentes en los que el mundo me sonríe y yo lo miro con desconfianza, opuesto a mi sonrisa ante los días en los que cada minuto parece una hora, eternos pensamientos que no salen de mi cabeza. Necesito sincronizar esos momentos, y encontrar el equilibrio, despertar un día con el pie izquierdo para variar, el derecho puede descansar mientras yo me levanto y me lanzo sobre el sofá frente a mi cama, abro la ventana y dejo que el sol cubra la oscuridad de la habitación y de color al tono rojizo causado por las cortinas. El color, el color negro de los dibujos en mi pared, solo con el sol parece de nuevo un circulo cromático, pues lo pinté a colores y cubrí la evidencia de que lo vivo también está muerto, está reseco y marchito. La luz, solo la luz de cada mañana podría eliminar tal pensamiento, y es que abrir la ventana no basta para limpiarlo del todo.

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