martes, 19 de julio de 2016

Bloques de construcción

Tristemente, ya no me encuentro rodeado de libros en mi trabajo, o al menos no directamente. Ahora estoy en la ludoteca, en donde minuto a minuto niños y niñas de diferentes edades entran con sus voces, sus gritos y sus incontrolables (aunque comprensibles) deseos de jugar. Cuando no hay tanto ruido, puedo sentarme a observar la escena ante mí. Niñas compartiendo juguetes, niños buscando entre los cajones los bloques de construcción, niños y niñas trabajando juntos para levantar una estructura muchísimo más grande que ellos. Las fichas de construcción eran mis favoritas, y por alguna extraña razón la nostalgia que siento al verlos jugar me hace recordar el día en que dejé todos mis juguetes atrás. Hace ya varios años que olvidé los míos, que los guardé en una bolsa negra y los arrumé en la cima de mi armario, creyendo que todo había acabado allí, en esas cuatro paredes azules que día a día escuchaban mis historias y mis voces fingidas, toda la retahíla que un juego infantil y mucha imaginación pueden generar en conjunto. No extraño mi infancia, y estoy muy conforme con esto que podría llamar mi "vida adulta", pero no rechazo la idea de sentarme un día en mi antigua habitación y levantar con mis viejos bloques de construcción una torre, una casa, un avión... construir algo más que una realidad compleja. Tiempos en los que mi preocupación principal era el equilibrio de la estructura, y no el equilibrio de la vida misma.

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