miércoles, 6 de julio de 2016

Discreción

Desde pequeño me acostumbré a guardar silencio cuando lo veía necesario. La discreción era mi mejor amiga, la oscuridad en la cual podía refugiarme, la incertidumbre que me protegía del mundo visible. El precio que esto traía consigo es ahora mi karma, mi incomprensible estado de alerta y mi constante deseo de gritar aquello que he callado por tanto tiempo. El silencio voluntario es también una pesadilla, una pesadilla que yo acepté sin ser consciente de lo que hacía y ahora me esfuerzo por olvidar, por dejar atrás ese extraño convenio de vivir en el misterio. Hoy es un día para hablar, para escribir, para gritar y luego despertar en una realidad diferente, una creada en cuestión de segundos.

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